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El chavo del 8






ncreible historia puede decirse que empieza en 1968 cuando a Chespirito se le da la gran oportunidad de tener su propia secuencia en televisión debido a sus grandes éxitos como guionista en años anteriores. Así, TIM (Televisión Independiente de México) le ofrece un segmento de treinta minutos, en los cuales don Roberto Gomez crea dos secuencias memorables: "Los Supergenios de la Mesa Cuadrada" y "el Ciudadano Gómez" al lado de Rubén Aguirre, el reconocido actor Ramón Valdez y una jovencísima María Antonieta de las Nieves, que en esa época se desempeñada como locutora en off del canal. Ese fue el punto de partida pues la secuencia ganó tanto éxito que se le dio por fin un programa propio "Chespirito" en 1970 En España se le dice chavales a los niños y Mexico la adoptó de ahí, pero el primer origen es “el del niño qué hace maldades”. Por lo tanto partiendo desde ello, la serie ya estaría cargada con una intención maligna.

Pero gracias a sus guiones y libretos para radionovelas, programas de televisión, o cortos en cines, llegaría hacerse muy conocido en el ambiente artístico, hasta que a finales de los sesentas, se le da la oportunidad de poder darse a conocer como actor en el canal 8, quien le brinda un espacio al aire, donde Chespirito inaugura sus dos primeras series “El ciudadano Gómez” y “Los supergenios de la mesa cuadrada”.

originalmente, el programa se llama “El Chavo del Ocho”, nadie sabe el verdadero nombre del protagonista, que nunca fue pronunciado. Solo se conoce como “El Chavo”. El nombre en sí es una adaptación brasileña de la palabra Chaves, una palabra corrompida de “chavo”, que significa “maldita”. Es cierto que un “niño”, o “chavo” es aquel que hace maldades: le trastoca el orden de lo que es moral y socialmente aceptado como correcto. En la interpretación libre, el “chavo” es un pecador. Por lo tanto, la serie trata de pecados. No de pecados mortales, de lo contrario sería muy difícil que los personajes generaran simpatía, sino de pecados capitales.

Contrariamente a lo que muchos creen, el protagonista no vive en un barril, sino en la casa con el número 8. Estando huérfano y sin hogar, fue recogido por una mujer mayor, que nunca fue mostrada, y que tal vez no exista. Si la muerte existiera de forma material, el número 8 estaría sutilmente asociada a ella. Solo se tiene que voltear el número 8 y se obtiene el símbolo de infinito. La muerte es infinita, porque no hay vida antes de la vida y después de la vida se pasa de nuevo a su estado anterior. La vida puede ser medida por el tiempo, antes y después es, por definición, infinita. Nada infinito, gracia infinita, purgarción infinita.


Doña Florinda y el profesor Girafales son unos libertinos del tamaño del marqués de Sade y Mesalina (o ellos mismos). Maestros en el arte de la lujuria, y finalmente condenados por la eternidad a la abstinencia sexual. Frigida e impotente, que lo anhela con la mente, pero no con el cuerpo. Consumen interminables tazas de café que con propiedades estimulantes alimentan el fuego que no pueden consumar. El profesor Girafales fuma en el aula, no porque “El Chavo del Ocho” fuera grabado antes de la plaga de lo políticamente correcto, sino debido a la rara tradición postcoital de encender un cigarrillo, hacer un anillo de humo en el aire y preguntar “¿Te gustó?”. Incapaz de cumplir la primera parte del ritual erótico, sin saberlo, lleva a cabo lo segundo. No es sorprendente que la banda sonora de sus reuniones sea una adaptación de la banda sonora de la película “… Lo que el viento se llevó”. La última frase de la película es “mañana será otro día”. En el pueblo, siempre habrá otro día y otra taza de café“.

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